jueves, septiembre 27, 2007
SEGUNDA VICTORIA CONSECUTIVA
Esto va cogiendo color. Anoche, jornada de LIGA de miércoles(por la historia de la EUROCOPA) Segunda victoria consecutiva. Y en SAN MAMÉS nada menos. Y AGÜERO de crack. Y GOLAZO de FORLÁN. A ver si algún día puedo visionar un partido entero del ATLETICO que entre historias, trabajos y demás sólo puedo seguir y "disfrutar" al ILLESCAS y equipos de su LIGA. Aquí cuelgo la crónica del AS para este partido:
AGÜERO PROFANA LA CATEDRAL
José Luis Artetxe | 27/09/2007
Por más que se esté advertido, parece que hay cosas que son inevitables. Del Atlético se sabe que arriba no perdona, que aprovecha la mínima y justo eso se presenció en San Mamés. Agüero, en su primera aparición, orientó la contienda de un modo irreversible, en buena medida porque enfrente, en las filas del Athletic, si algo se echa de menos es precisamente lo que al equipo de Javier Aguirre le sobra, especialistas en acabar jugadas.
Forzado, se embarcó el Athletic en una carrera contra el cronómetro y su falta de pericia que duró hasta el 95. Un alarde in crescendo (le costó medio partido encender la caldera) que confirmó otro aspecto asimismo conocido: es un equipo sin chispa ni imaginación, al que le cuesta un mundo subir el balón y, sobre todo, sorprender. El Atlético pasó por algún agobio a última hora, pero con una renta más que suficiente, con el 0-1 no estuvo clara la posibilidad de la remontada. Caparrós tiene labor por delante, con nervio y poblando el campo de delanteros, no basta.
En plena fase de tanteo, Agüero enseñó que él era el único que nada tenía que tantear: un movimiento para recibir en ventaja, amago, regate y coger postura para acabar. El Atlético mostró muy pronto de qué vive, de qué puede vivir en la Liga. Posee pegada, un bien de incalculable valor. Puede ser suficiente para ganar incluso cuando el fútbol se ausenta, que no fue el caso anoche.
El mazazo mantuvo al Athletic a medio camino entre lanzarse al abordaje y mantener un mínimo de calma. Desmelenarse o preservar cierto orden. Visto cómo se las gasta el rival resulta comprensible. Quizás si Etxeberria no hubiese hallado el ingrato obstáculo de la madera un minuto después del 0-1, se hubiesen disipado tales dudas. Dudas razonables, fomentadas por esa amenaza permanente de salida a la contra (Reyes se marcó una frivolidad en la culminación) o de ocurrencia de Agüero (Iraizoz acreditó su elasticidad a la media hora).
El Atlético, con un fútbol de control salpicado por latigazos muy profundos, pasó un primer tiempo bastante cómodo. Aduriz protagonizó una batalla épica con los centrales (con sangre y todo), enredó algo Susaeta y poco más. Los de Caparrós no dieron con el punto de ebullición preciso. Escasa colaboración de los laterales y combinaciones sin gracia para obligar a una zaga bien posicionada. Leo Franco no se anotó una sola intervención antes del descanso. Dato elocuente.
En la necesidad, el Athletic no supo sacar los dientes, el recurso que se le presupone al amparo de San Mamés. Así que Caparrós no esperó y dio una vuelta de tuerca al asunto sumando otro delantero: Vélez. Más riesgo a cambio de más opciones de remate. El rival captó el mensaje: prudente repliegue y, por si acaso, refrescó las alas.
Empezaron los locales a cobrarse opciones a balón parado y Vélez exigió por fin a Leo Franco, que sacó una buena mano. La cesión de metros del Atlético procuró que el porcentaje de posesión del anfitrión se elevase, pero la ausencia de claridad en las acciones persistió. Un arranque de Agüero puso la réplica a una tónica que mezclaba el ardor con la frustración, en el Athletic, claro.
La puntilla.
El argentino, rapidísimo, sirvió para que Luis García firmase el segundo, pero Iraizoz seguía en su sitio. De nada le valió al portero cuando Forlán enganchó un formidable disparo. Agüero no está solo en esta película, debe compartir honores con el uruguayo.
No decayó el esfuerzo del Athletic, pero la tarea se antojaba imposible cuando Vélez vio cómo Pablo abortaba un gol en la línea, tras atropellada salida de Leo Franco, que se enmendó poco después a remate de Etxeberria.
El postrero tiro de Vélez, escupido por un poste, sonó como un clamor de impotencia, de desesperación. Qué decir cuando Llorente cabeceó a la red y el árbitro se inventó una falta previa. El Atlético abandonó Bilbao con su portería virgen y con la convicción de que con la dinamita que gasta arriba hasta puede ponerse a soñar. El Athletic anoche no pudo ni dormir.
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