Me gustan las personas
que se ponen de puntillas cuando hay un accidente,
las que se agachan
para recoger un céntimo huérfano del suelo.
Las mujeres gordas con pantalones explícitos color rosa,
el hombre de palillo en la boca que piensa,
mientras el campo muere.
Pero odio un saludo sin respuesta,
una telaraña de negaciones
en la que me veo amortajada,
mientras unos colmillos afilados
me succionan las palabras.
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