Esta producción italiana de 1976 nos presenta un atípico western. En esos años el género daba sus últimos coletazos. Y éste es de los buenos. Keoma es un mestizo, madre india-padre blanco. Marcado por una infacia cainita en la que sus hermanos de sangre lo injuriaban y denostaban de continuo. Vuelve Keoma a lo que fue su hogar, o eso cree el. Encuentros con Georfe, un hombre de color, ahora derrotado por la vida. Vuelve a ver a su padre y hermanos, con quién la enemistad crece. A su vez, estos ansian el poder en su ciudad. Buenas escenas de acción y tiroteos. Muchas acrobacias a la hora de morir. Muertes muy "plásticas". El film se ve de manera muy plácida, reconfortante, pero hemos de mirarlo con ojos de otros tiempos. A veces, roza la psicodelia. Y el film, después de tanta muerte, imprescindible en los westerns, termina con la vida. Me quedo con esta frase final, antes de que Keoma salga cabalgando sin rumbo, de nuevo, como todos nosotros.
"EL HOMBRE QUE ES LIBRE NUNCA MUERE"
Palabra de Kebran
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